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domingo, 1 de mayo de 2011

GONZALO ROJAS SU LEGADO HOMBRE Y POETA



“Mortal”.
Así se llama uno de los reconocidos poemas del gigante de las letras nacionales y del mundo, Gonzalo Rojas, quien falleció a los 93 años de edad y ayer fue sepultado, con máximos reconocimientos públicos, en Chillán, la ciudad que adoptó como su hogar por tantos años. “Mortal” es un poema que, a nuestro juicio, resume su sentido vital:
“Del aire soy, del aire, como todo mortal
del gran vuelo terrible y estoy aquí de paso a las estrellas,
pero vuelvo a decirte que los hombres estamos ya tan cerca los unos de los otros, que sería un error, si el estallido es mismo es un error,
que sería un error el que no nos amáramos”.
Admirable sencillez, prodigioso manejo del lenguaje, ese mismo desbastado por la insolencia juvenil, que lo deslava, con su “spanglish” y sus manías de tribus urbanas, lamentablemente emulado por las generaciones de mayor edad, cada día menos diestras en el uso del español.
Sin embargo, este enorme poeta no era mero jugador de palabras, menos de palabrería altisonante y hueca. Al contrario. Sus construcciones líricas eran de tal nivel, que llegó a elevarse no únicamente para recibir el Premio Nacional de Literatura en 1992, sino también el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana ese año y el verdadero “Nobel” de la lengua española, el Premio Cervantes, en el 2003. Aún así, nunca perdió esa impresionante sencillez de los grandes de espíritu. Había nacido en 1917 en nuestra marítima Lebu y hasta ahora era considerado, junto a Nicanor Parra, como uno de los más grandes poetas nacionales vivos. No en vano y en justo reconocimiento, La ciudad de Los Ángeles lo recibió, invitado por la Municipalidad y la Biblioteca Pública Municipal “Roberto Espinoza”, en el marco de encuentros de escritores de Bío Bío, que disfrutaron de esa sencillez y el brillo de su poesía y las presentaciones de cada poema.
Ahora, Chile guardó dos días de duelo oficial, con sus banderas a media asta. El fin de semana, uno de sus hijos había anunciado que el escritor se estaba “apagando lentamente”. Sufrió un accidente cerebrovascular, en su casa de Chillán y el 12 de marzo fue trasladado a Santiago, misma ciudad capital que le brindó un postrer homenaje masivo, en el Museo de Bellas Artes, donde incluso el Presidente de la República, Sebastián Piñera, lo saludó, como un poeta muy excepcional. Ayer, intelectuales, artistas, políticos y autoridades se hicieron presentes en Chillán para el funeral. En la plaza de armas, miles de personas le rindieron un silencioso homenaje. Al paso del cortejo, los chillanejos salían a las calles, a saludarlo, expresar su admiración y gratitud, entre otros aspectos, por haber adoptado a la capital de Ñuble como su última residencia. En el acceso al cementerio municipal, las floristas depositaron arreglos florales y pétalos sobre su féretro. Entre tantos, estaban el ministro de Cultura, Luciano Cruz-Coke, la actriz Delfina Guzmán, quien fue amiga de su esposa y que durante el exilio que el escritor tuvo en Caracas lo fue a ver en varias oportunidades; y también el senador Mariano Ruiz-Esquide, uno de sus amigos del mundo político.
Gonzalo Rojas descansa, tal como fue su deseo, en el Parque de los Artistas de ese cementerio, junto a personajes de la cultura como Claudio Arrau y Eduardo “Lalo” Parra. Sin embargo, son sus restos físicos, porque su alma se encumbró al Olimpo del excelso arte, ese que es imperecedero, dejándonos no únicamente su llamada “poesía erótica”, sino todos sus poemas y su forma de ver la vida, con todos sus sentidos, desplegados al máximo, y con la mente y el corazón. Y nos deja una herencia literaria, un legado pleno de humanidad, de un ser humano capaz de superar tanto aspecto negativo, como para manifestarnos, en ese poema “Mortal” una frase testimonial inolvidable: los seres humanos “están ya tan cerca los unos de los otros, que sería un error el que no nos amáramos”.

“ECHO DE MENOS EL OLOR A PUTERíO”

Mendoza le pregunta si acaso no ha perdido su juventud, y responde “Soy totalmente joven… si se llama juventud esa especie de vivacidad que no tiene miedo al miedo… ¿Por qué la iba a perder si ni en los días divertidamente estúpidos de las miserias dictatoriales del Chile unisecular, nunca perdí la juventud? … ¿Por qué no la habré perdido? Porque la siento tan arraigada, tan atada a lo mío, al modo de respirar… ¿Qué es perder? Perder, saber perder, apostar y perder, sobre todo apostar. Nosotros, que somos los anarcas, no andamos tras el poder: apostamos y perdemos… Echo de menos el olor a puterío, me divertía eso, parecía tan sucio, pero no era envilecedor… No es el puterío de la calle San Camilo de Santiago de Chile, que los había, y cinco o siete en Valparaíso, sino que es algo que viene de más lejos, de la España, de Grecia, de la Roma antigua. Los romanos eran puteros, pero tenían su gracia al compartir las niñas, las bacantes del burdel más remoto, a unos milímetros de la sacralidad. Cuando yo escribo poesía de amor y me brota la poesía no de amor sino sexualizada, no es una erótica de la carne, de que al pajarito se le pare bien a uno. No, no, no, no es eso. Todo es sagrado: el orgasmo es sagrado, el puterío aquel era sagrado, en el caso mío. ¿Por qué íbamos los jóvenes a eso? No sólo por lujuriosos animales. En mí opera un eros traducido del gozo, del encantamiento de ese prodigio que es la vibración orgánica, glandular, y de lo sagrado. Soy un místico concupiscente, lo fui siempre”.

En esta eroticidad, ¿habrá en usted una vertiente femenina? Y dice “Podría ser. Pero yo creo que hay una vertiente originaria, de animalidad. No sé si tú has reparado en que yo uso algunos vocablos que no existen en el diccionario de la Real Academia Española: “animala”, “animala trémula” le digo a una muchacha hermosa, porque estaba como una animala, como una perrita, como una tigresa. Y se me da mucha más vibra así, en esa vivacidad, que cuando está hierática, hermosa, marmórea, espléndida”.